DISCRIMINACION POSITIVA Y MALTRATO INFANTIL

 

 

La aplicación de la discriminación positiva en la Ley de Violencia de género asegura la protección de las mujeres frente la violencia doméstica pero también está teniendo efectos colaterales indeseables.

 

Una vez que una mujer interpone una denuncia por maltrato, la burocracia se pone en marcha, dando por supuesto que la violencia doméstica es unidireccional de hombres a mujeres, que las mujeres son sólo víctimas y los hombres sólo verdugos. Haciendo que cuando una mujer interpone una denuncia por maltrato, sólo se comprueba si el hombre es maltratador o no, ahí acaba todo. Pero la realidad no es tan simple.

 

Esta Ley no contempla la complejidad de lo que ocurre en la realidad: muchos maltratos son mutuos, puede que ambos miembros de la pareja sean violentos uno con el otro y además maltraten a los hijos/as; sobretodo en familias multiproblemáticas.

 

Esta bien que se proteja a las mujeres de la superioridad física de los hombres, pero ¿quién y cómo proteger a los/as niños/as, que están en situación de inferioridad respecto al padre y la madre?

 

Con la Ley de Violencia de Género un hombre acusado de maltrato pierde la custodia de los/as hijos/as, y automáticamente la obtiene la mujer, dando por supuesto su bondad e idoneidad.

Pero los casos en que el maltrato es mutuo y hacia los hijos/as por parte de la pareja parental, una vez condenado el hombre, los/as niños/as pueden quedar indefensos en manos de madres maltratadoras debido al sesgo a favor de las mujeres que automáticamente se aplica actualmente.

Se están dando casos en que la acusadora de maltrato es la maltratadora real de pareja e hijos/as, pero una vez que ella ha puesto la denuncia al hombre, es muy difícil que nadie lo cuestione (supondría ir en contra de lo políticamente correcto) quedando indefensos marido e hijos/as.

 

La Ley de Violencia de Género protege a algunas mujeres, pero deja indefensos a niños y niñas, cuyos casos suelen ser detectados a raíz de las secuelas físicas y psíquicas, es decir, cuando ya es tarde, como en el caso de Alba y otros muchos niños y niñas indefensos/as.

 

Hace falta una visión integral y profesional de la violencia doméstica, en la que se valore con ecuanimidad la situación y salud de todos y cada uno de los miembros de la familia, primando la protección infantil, y teniendo en cuenta que son las madres biológicas quienes maltratan en mayor porcentaje que los padres biológicos a los/as niños/as pequeños/s, tal como muestran los estudios sobre maltrato infantil, el último el efectuado por la psicóloga Rosa Saéz Codina.

 

El caso de Alba, la niña de Barcelona maltratada por su madre biológica, -mientras acusaba en falso al padre biológico de abuso sexual,- y el compañero de está, no es un caso único.

 

En el Informe Iceberg presentado al Senado en el 2001, se presentaban estudios cuya información ya permitía prever lo ocurrido a Alba:

“Wakefield y Underwager (1990) estudiaron  las personalidades de 73 progenitores acusadores en falso y de 103 progenitores acusados en falso, todos ellos involucrados en procesos de divorcio y custodia, y las compararon con las de otros 67 progenitores igualmente inmersos en ásperos litigios de divorcio, pero sin acusaciones de abuso sexual. La inmensa mayoría de los progenitores acusadores eran mujeres, y sólo en cuatro casos eran hombres. Entre los progenitores acusadores había un número mucho mayor de trastornos de la personalidad (histrionismo, límite con la anormalidad, pasividad-agresividad, paranoia, etc.). Se estimó que el 77% de los progenitores acusadores padecían trastornos de la personalidad, y que sólo el 23 por ciento restante no presentaban signos de psicopatologías. Sin embargo, ese porcentaje de normalidad llegaba al 70% en el grupo de acusados y al 66% en el grupo de control.

En consecuencia, a falta de datos fehacientes, cuando el progenitor que realiza la acusación padece algún trastorno y el progenitor acusado es psicológicamente normal, debe preverse la posibilidad de que se trate de una falsa acusación, concluyen Wakefield y Underwager.

Según estos autores, no hay respuestas fáciles para estos problemas. Los profesionales deben conservar su objetividad y mantener despierta su atención. Deben examinar cuidadosamente cada acusación y no desechar inmediatamente una acusación como falsa porque los padres se hallen inmersos en una batalla judicial. Pero deben estar también en guardia contra toda presunción de culpabilidad y toda tentación de ponerse de parte de la acusadora .”

Las actuaciones profesionales no pueden estar sesgadas de antemano; las actuaciones profesionales, sean médicas, de trabajo social, psicológicas,...no pueden basarse en creer de antemano a la parte acusadora, por el hecho de que sea mujer.

La Ley de Violencia de Género puede estar muy bien intencionada para la protección de algunas mujeres. Pero ni la sociedad ni la violencia doméstica está compuesta únicamente por mujeres maltratadas y hombres maltratadores, vivimos en una sociedad compleja; mujeres, hombres, niños/as, ancianos, … vivimos interrelacionados/as en modelos familiares muy variados. Siendo los/as niños/as los que están en una situación de mayor indefensión.

Tampoco son todas las mujeres iguales, ni todos los hombres iguales entre sí; también hay mujeres que maltratan a hombres, y hay hombres maltratados, que como las mujeres maltratadas, se autoinculpan del maltrato que sufren con el agravante de que la opinión pública se lo confirma; mediante el supuesto que se ha hecho Ley, de que las mujeres son sólo víctimas y los hombres sólo verdugos.

 

En lugar de que lo privado llegue a lo público, estamos consiguiendo que los valores masculinos del ámbito público (intereses y poder) invadan también lo privado, construyendo una sociedad cada vez más deshumanizada, en la que los seres humanos por sí mismos no tienen ningún valor. Donde los niños/as están indefensos/as porque no pueden organizarse como lobby y tampoco votan.

Viendo:

Que los/as niños/as están en situación de inferioridad respecto a cualquier adulto/a.

Que son las madres biológicas quienes maltratan en mayor número que los padres.

Que la aplicación de la discriminación positiva a favor de la mujer en la Ley de Violencia de Género aumenta la indefensión de los/as niños/as frente a las madres maltratadoras. ¿Qué hacemos ahora?

Haría falta una legislación y una perspectiva de los estamentos sociales que contemple la violencia en su integridad, sea de hombres a mujeres, entre parejas homosexuales, de padres/madres a hijos/as, de hijos/as a padres... Pues los más indefensos/as son los niños/as, se puede considerar que la edad es un factor de mayor desprotección que la diferencia de sexo.

Haría falta una Ley que no fuerce a los/as profesionales ni directa ni indirectamente (a través de la presión mediática o de lo políticamente correcto) a tomar partido de entrada, previo a la valoración profesional de todos/as y cada una de las partes y factores implicados en el complejo y variado fenómeno de la violencia.

 

Los factores de desprotección son diversos:

•  Las mujeres frente a la mayor fuerza física de los hombres.

•  Los/as niños/as frente a la mayor fuerza física y psicológica de madres y padres.

•  Los/as discapacitados/as frente a las personas sin discapacidad, sean hombres o mujeres.

•  Los/as ancianos/as frente a adultos/as fuertes….

 

A las mujeres nos queda un largo camino en el intento de humanizar la sociedad incorporando nuestros valores a la misma, tratando de que la vida de cada ser humano tenga valor por sí misma, sean niños/as, mujeres, hombres, europeos, iraquís…. Por encima de ideologías e intereses. Con una legislación que permita tener en cuenta las situaciones personales, con toda su complejidad y diversidad; Tratando de hacer realidad la expresión acuñada por el feminismo LO PERSONAL ES POLITICO

 

Fdo: Amaia Beranoagirre. Psicóloga